domingo, 26 de mayo de 2013


Monseñor Romero sigue enterrado en el sótano de la catedral de San Salvador con un tiro a la altura del corazón. Creyeron apagar su voz en 1980, pero su voz, desde entonces, no ha hecho más que amplificarse por el mundo entero, encadenándose como su voz por la radio, como aquel sonido de campanas que escuchó en Roma y que grabó para que las oyeran sus campesinos de El Salvador, como si se tratara del latido de su corazón viajando siempre en su pueblo.


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